Yakarta (ANTARA) – En los últimos tiempos, los residentes urbanos han sentido un pequeño cambio que parece grande, las calles se han vuelto más tranquilas. No porque el tráfico sea ligero, sino por el sonido. Tot-tot wuk-wuk Las sirenas que escoltaban a los funcionarios, que antes eran ensordecedoras, ahora apenas se oyen.
Es posible que estos cambios no se registren en los informes de desempeño del gobierno. Pero para los ciudadanos, esta es la forma de presencia estatal que se siente más fácilmente.
Las sirenas de los vehículos no son sólo sonidos. Es un símbolo de las relaciones de poder. Cuando el sonido sonó, los residentes supieron quién tenía que detenerse y quién tenía prioridad para seguir adelante. Por tanto, cuando el sonido desapareció, el mensaje recibido por el público fue sencillo: el país estaba aprendiendo a actuar con moderación. El poder no siempre tiene que mostrarse en voz alta.
Este tipo de pequeño cambio es importante porque marca un cambio de enfoque. El Estado no sólo quiere parecer firme, sino también sentirse cercano. Este hilo común nos ayuda a leer el recorrido político a lo largo de 2025 y la dirección que tomará en 2026.
2025 puede considerarse el año en el que el Estado dejará de permitir prácticas de poder que perjudiquen a los ciudadanos. Por fin se aborda abiertamente la cuestión de la calidad del aceite de cocina, del arroz y del fueloil, que ha sido motivo de queja pública durante años.
La práctica de mezclar mercancías ya no está envuelta en un lenguaje técnico ni se deja enteramente a los mecanismos del mercado. El propio presidente Prabowo Subianto reveló estos casos a la esfera pública.
Para los residentes, no se trata sólo de la calidad de los bienes que compran. Esta es una cuestión de justicia cotidiana. Cuando el aceite de cocina no cumple con las normas, el arroz no coincide con la etiqueta o el combustible no cumple con las especificaciones, las pérdidas se sienten inmediatamente en la cocina del hogar y en el costo de vida. Cuando el Estado interviene para garantizar una calidad real, se siente como si estuviera presente en el punto más cercano a la vida de los ciudadanos.
La protección al consumidor como esta a menudo escapa a la atención de las grandes políticas, pero es precisamente ahí donde la presencia del Estado es más visible. No está presente en la jerga, sino en la sensación de seguridad de los ciudadanos a la hora de comprar y de certeza a la hora de llenar el depósito de sus vehículos.
La presencia del Estado también se siente a través de la aplicación de la ley ambiental. La confiscación de millones de hectáreas de tierras ilegales de palma aceitera alrededor de áreas forestales, el control de la minería sin permisos y la protección de áreas sensibles, como en Raja Ampat, provincia del suroeste de Papúa, muestran un firme cambio de actitud.
Para los residentes de las zonas afectadas, esta no es una cuestión abstracta. Los daños ambientales se manifiestan en forma de inundaciones, deslizamientos de tierra y pérdida de medios de vida. Cuando el Estado empezó a poner las cosas en orden, el impacto, aunque se produjo paso a paso, lo sintieron directamente los ciudadanos.
En el extranjero, 2025 también marca el regreso de Indonesia al escenario mundial. La presencia del presidente Prabowo Subianto en la marcha militar en Francia, su papel activo en la Asamblea General de la ONU y la oferta de Indonesia en la resolución de paz de Gaza fortalecieron la autoconfianza nacional. Se vuelve a contar con este país, pero este orgullo simbólico sólo tiene sentido si está en consonancia con las experiencias cotidianas de los ciudadanos dentro del país.
En el ámbito económico, 2025 también se conoce como un año ideal. Los acuerdos comerciales transregionales, el fortalecimiento de las transacciones en moneda local y los QRIS transfronterizos se vuelven relevantes cuando brindan una conveniencia real para la comunidad y los actores empresariales. Una vez más, el Estado se siente presente, no por términos geopolíticos, sino por los beneficios inmediatos.
La valentía del Estado también se puede ver en decisiones políticas, como la concesión de la abolición y la amnistía por parte del presidente a partidos que se considera que han sufrido una criminalización. Esta política provocó un debate, y eso es normal. Sin embargo, para algunos ciudadanos, esta medida envía el mensaje de que el Estado está dispuesto a corregir los procesos legales que se perciben como injustos. El Estado no siempre tiene la razón y el coraje de corregirse en realidad fortalece la legitimidad.
Todo esto lleva nuestro viaje como nación hasta 2026. Si 2025 fue un año de valentía y orden, entonces 2026 debe ser un año de capacidad de respuesta y cumplimiento de promesas. El público, que ha visto la firmeza del Estado, espera ahora a ver si éste también escucha.
La cuestión de las sirenas de los vehículos de los funcionarios en las carreteras es el ejemplo más evidente. Cuando las quejas públicas sobre Tot-tot wuk-wuk Respondió y el sonido desapareció de las calles de Yakarta, el mensaje que llegó a los ciudadanos fue muy fuerte: el país está escuchando. No a través de discursos, sino a través de acciones simples que se sienten de inmediato.
Este tipo de capacidad de respuesta se pondrá a prueba en 2026, además del cumplimiento de la promesa de los programas prioritarios. El Programa de Comidas Nutritivas Gratuitas (MBG), que en 2025 aún no ha alcanzado plenamente el objetivo, prometió completarse en junio de 2026. Para el público, este plazo ya no es una narrativa, sino una promesa.
El Estado está ausente en términos de políticas. El Estado existe cuando las compras diarias de los ciudadanos parecen justas, las calles parecen humanas y las promesas se cumplen. A menudo, la presencia del país comienza con lo más simple, cuando la votación Tot-tot wuk-wuk ya no por delante de los vehículos de los ciudadanos en la carretera.
*) Iwan Setiawan es el Director Ejecutivo de Indonesia Political Review (IPR)

