Aprendizaje cooperativo: plan de estudios para crear una generación en red

Yakarta (ANTARA) – La política del Ministerio de Educación y Tecnología de exigir cursos cooperativos en las universidades llega en el momento adecuado, cuando el mundo de la educación busca nuevos formatos para producir una generación que no sólo sea intelectualmente inteligente, sino también sensible a la justicia social, la sostenibilidad ambiental y la dignidad humana.

Hasta ahora, las cooperativas a menudo se han reducido a «entidades comerciales alternativas» o simplemente a un pequeño tema en los cursos de gestión, perdiendo así su verdadera cara como movimientos socioeconómicos que cultivan valores, comportamientos y perspectivas.

Si este impulso se aprovecha seriamente, Indonesia tiene la oportunidad de aprender de los países del «Norte» que desde hace mucho tiempo han inculcado valores cooperativos a través de planes de estudio y prácticas educativas, para que la generación más joven se familiarice con el trabajo colectivo, la creación de redes y la solidaridad.

La idea central que es necesario repetir es: enseñar que las «cooperativas o cooperativas» en realidad no enseñan técnicas institucionales, sino que enseñan valores, patrones de pensamiento, formas de actuar y formas de tomar decisiones en esfuerzos de base moral y humanitaria.

Las cooperativas sitúan a los seres humanos como sujetos, no sólo como factores de producción, y utilizan los beneficios económicos como medio para fortalecer la independencia, la cooperación mutua, la conservación de la naturaleza y la igualdad en las relaciones sociales.

Aquí, la educación cooperativa se encuentra directamente con una gran agenda: construir una civilización económica sostenible, no sólo la sostenibilidad empresarial, sino la sostenibilidad de la vida humana y su ecosistema.

Lecciones de Finlandia: las cooperativas como laboratorios para el emprendimiento colectivo.

A menudo se elogia a Finlandia como uno de los países con el mejor sistema educativo del mundo, pero hay una dimensión interesante que rara vez se destaca: el papel de las cooperativas de estudiantes y las cooperativas escolares en el fomento del emprendimiento colectivo basado en valores.

Un informe de Pellervo, una organización del movimiento cooperativo de Finlandia, afirma que hay al menos 60 cooperativas de estudiantes que operan en unas 30 instituciones educativas, desde el nivel escolar hasta la educación superior.

Cada cooperativa tiene miembros que van desde 5 hasta alrededor de 500 estudiantes, lo que se convierte en un lugar para que aprendan negocios y aprendan a trabajar juntos.

En estas cooperativas de estudiantes, los participantes no sólo aprenden a vender servicios o productos, sino que también practican decidir juntos, dividir roles, calcular riesgos y acordar una distribución justa de los resultados.

El aula ya no se limita a una sala con una pizarra, sino que se expande hasta convertirse en una verdadera unidad de negocio gestionada colectivamente, donde tanto los errores como los éxitos se convierten en material de aprendizaje.

De esta manera, la educación empresarial no fomenta el nacimiento de «emprendedores solitarios en la cima», sino de emprendedores familiarizados con el trabajo en equipo, el networking y la responsabilidad social.

La fortaleza del modelo finlandés reside en la integración del currículo formal y las prácticas cooperativas. Los valores de participación, democracia y sostenibilidad que se enseñan en las lecciones de ciudadanía y educación social encuentran forma práctica en las cooperativas de estudiantes.

Los estudiantes y alumnos experimentan por sí mismos que las decisiones económicas se pueden tomar considerando las voces de todos los miembros, no sólo la lógica de una mayoría aproximada o la presión de los mayores propietarios de capital.


Dinamarca

Dinamarca es ampliamente conocida como un país con una fuerte tradición de educación cívica, donde las escuelas no sólo enseñan conocimientos, sino también participación democrática desde una edad temprana. En este sistema, los estudiantes están acostumbrados a participar en la toma de decisiones en la escuela, trabajar en grupos, discutir y completar tareas basadas en proyectos que les exigen diseñar soluciones juntos.

Estos principios son un terreno fértil para el crecimiento de prácticas cooperativas en varios niveles. Cuando la lógica de la participación, el diálogo y la cooperación ha pasado a formar parte del habitus educativo, las cooperativas dejan de ser algo extraño. Existe como una extensión natural de la forma en que viven y aprenden.

En muchas escuelas e instituciones educativas, los proyectos de los estudiantes están orientados a cuestiones comunitarias, como el medio ambiente, la cultura local o las actividades sociales, de modo que la mentalidad de «avanzar juntos» está firmemente arraigada.

Para Indonesia, una lección importante de Dinamarca es que el éxito de un plan de estudios cooperativo no solo está determinado por la existencia de un curso especial, sino también por un ecosistema educativo que fomente la participación y el diálogo.

Si las clases siguen siendo jerárquicas, los profesores son muy dominantes y los estudiantes son sólo receptores de material, entonces será difícil vivir verdaderamente el espíritu de cooperación (democracia, igualdad de voz y responsabilidad compartida).

suizo

A menudo se considera que los suizos son un ejemplo de sociedad altamente «cooperativa».

Los informes sobre el movimiento cooperativo europeo y los datos frecuentemente citados afirman que más de la mitad de la población suiza es miembro de al menos una cooperativa, en los sectores bancario, minorista, inmobiliario y otros sectores de servicios.

En muchas ciudades, los grandes supermercados que los residentes usan todos los días, como Coop y Migros, son una forma de cooperativa u organización de miembros, de modo que los patrones de consumo se convierten en un escenario para la práctica de valores colectivos.

El hecho de que la membresía cooperativa esté tan extendida no es sólo una cuestión de diseño institucional económico, sino también una cuestión de cultura y educación. Durante mucho tiempo, la educación suiza ha enfatizado la responsabilidad de los ciudadanos hacia la comunidad, la participación en la toma de decisiones locales y la importancia de las organizaciones miembros como pilares de la democracia económica.

Así, cuando alguien se une a una cooperativa de vivienda o de comercio minorista, no siente que está haciendo algo «extraño». Simplemente continuó con el patrón de participación que había conocido desde la escuela.

Aquí existe una relación directa entre la política curricular, la cultura cívica y el éxito cooperativo. Una educación que familiarice a los jóvenes a implicarse en organizaciones, a aprender a debatir sanamente y a gestionar actividades en conjunto, les facilita comprender las prácticas cooperativas como parte natural de la vida cotidiana, no como algo «experimental» o un «proyecto asistencial».

Conectando experiencias

Si se describen las experiencias de Finlandia, Dinamarca y Suiza, parece haber el mismo patrón: las cooperativas son fuertes porque sus valores cobran vida a través de la educación, no sólo se explican en papel.

En Finlandia, las cooperativas de estudiantes hacen del emprendimiento colectivo una parte concreta del aprendizaje escolar; en Dinamarca, una cultura de participación y diálogo moldea el carácter de una generación joven dispuesta a trabajar cooperativamente; En Suiza, la tradición de las organizaciones miembros se fusiona con la educación cívica y las prácticas democráticas locales.

La idea de que las cooperativas deben ser enseñadas como valores, formas de pensar, formas de actuar y formas de tomar decisiones en los negocios basadas en la moral y la humanidad, encuentra justificación en las experiencias de estos países.

No se detienen en el nivel de transferencia de conocimientos sobre la definición y estructura de las cooperativas, sino que transforman las cooperativas en un espacio para practicar la ética y la ciudadanía económica.

Esto significa que cuando Indonesia diseña cursos cooperativos que se requieren en las universidades, hay varios puntos que se pueden abordar.

Primero, el plan de estudios debe priorizar la formación de una mentalidad cooperativa que defienda la dignidad humana, la igualdad, la cooperación mutua, la independencia y la responsabilidad ecológica, no solo el dominio de las técnicas de administración cooperativa.

En segundo lugar, los cursos deberían diseñarse para permitir a los estudiantes experimentar la toma de decisiones compartida, la gestión colectiva de proyectos y la reflexión ética, en lugar de simplemente estudiar teoría organizacional.

En tercer lugar, las prácticas cooperativas deben estar vinculadas a cuestiones reales: justicia social, crisis climática, desigualdad económica y oportunidades económicas digitales que puedan gestionarse colectivamente.

De esta manera, las cooperativas se convierten en una lente para comprender y gestionar el cambio, y no simplemente «una antigua forma de entidad empresarial» que se estudia por necesidad.


Diseña la experiencia

La experiencia de los países del «Norte» también muestra que el éxito de la educación cooperativa surge de una combinación de currículo, métodos y ecosistema. Las cooperativas de estudiantes en Finlandia tienen éxito no sólo porque tienen módulos formales, sino también porque las escuelas brindan autonomía a los estudiantes, apoyan sus iniciativas y reconocen las actividades cooperativas como parte del proceso de aprendizaje.

Del mismo modo, en Dinamarca, el espacio para la participación de los estudiantes en la gobernanza escolar hace que las prácticas cooperativas parezcan naturales. En Indonesia, esta idea se puede traducir en varios pasos.

En primer lugar, crear cursos cooperativos que combinen la teoría con proyectos reales, por ejemplo invitando a los estudiantes a diseñar y gestionar pequeñas unidades de negocios basadas en cooperativas en el campus o en la comunidad.

En segundo lugar, integrar cuestiones de derechos humanos, medio ambiente y justicia social en estudios de casos cooperativos, para que los estudiantes se den cuenta de que las decisiones económicas siempre tienen dimensiones morales y ecológicas.

En tercer lugar, alentar a los campus a colaborar con cooperativas locales, BMT, cooperativas de agricultores, cooperativas de residuos o cooperativas digitales como laboratorios vivientes donde los estudiantes puedan realizar pasantías, investigar y contribuir.

Si se hace esto, el curso cooperativo será una experiencia que cambiará la forma en que los estudiantes ven los negocios y el trabajo: de un simple medio de ganarse la vida a una forma de construir una vida más justa y sostenible.


Generación de red

La principal lección de Finlandia, Dinamarca y Suiza es que la familiaridad de la generación más joven con las cooperativas no nació por casualidad, sino que es el resultado del diseño curricular y de una cultura educativa que enfatiza los valores colectivos, la participación y la responsabilidad social.

Demuestran que cuando el valor de las cooperativas se inculca en la escuela, y no sólo se enseña como teoría en las universidades, las cooperativas surgirán como una parte natural de la infraestructura social y económica de la sociedad.

La política de cursos cooperativos obligatorios en Indonesia será muy estratégica si va acompañada de la valentía de ver a las cooperativas como un vehículo para la educación humanitaria, no sólo como un objeto de estudio de gestión.

Enseñar cooperativas significa enseñar formas de pensar y practicar la economía que respeten los derechos humanos, prioricen la cooperación mutua, protejan la naturaleza y celebren la igualdad en todas las relaciones. De ahí nacerá una generación que no sólo será buena en networking, sino también justa; una generación que está lista para construir el futuro económico de Indonesia con un espíritu cooperativo vivo y relevante.

*) Ahmad Subagyo es Vicerrector III de la Universidad de Ikopin y Presidente General de la Asociación de Profesores de Economía, Cooperativas y Microfinanzas de Indonesia (ADEKMI)



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