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El debate entre ciencia y tecnología y ciencias sociales y humanidades vuelve a arder en las redes sociales. ¿Cuál es la dirección de la política de Prabowo en esta batalla científica y de las ciencias sociales?
«Esta tecnología digital promete traer un rápido progreso a la humanidad. Pero si no se controla y gestiona bien, también puede dañar los cimientos de la vida social» – Prabowo Subianto, octavo presidente de la República de Indonesia (28/3/2025)
Cupin se quedó mirando la pantalla de su celular mientras removía el café que ya no estaba caliente. Su timeline en X, la plataforma antes conocida como Twitter, está llena de tuits que se atacan entre sí: “¡La ciencia es más importante!” y “¡Sin justicia social, el país resultará dañado!” Esa es la voz de los internautas que continúan debatiendo qué especialidad es más útil para el futuro de la nación.
Inicialmente, el debate surgió a partir de la política de becas del gobierno. Pero, como siempre, la discusión racional rápidamente se convirtió en una batalla de prestigio. Los defensores de Scientek se ven a sí mismos como héroes del desarrollo, ingenieros, científicos y tecnólogos dispuestos a tender puentes, crear aplicaciones y encender la electricidad en zonas remotas. Según ellos, se debe dar prioridad a las becas en campos que puedan crear soluciones concretas a los problemas nacionales.
Los grupos sociales y sociales no se quedan callados. Escribieron extensamente sobre la importancia de pensadores, economistas, diplomáticos y figuras culturales que mantienen la dirección de las políticas públicas y la cohesión social. “El desarrollo no es sólo hormigón y acero”, escribió un académico. Sin comprensión social, afirmó, el desarrollo podría ser desigual y propenso al conflicto. Sin embargo, argumentos como este suelen ser menos populares que las narrativas eficientes y heroicas del campo científico.
Cupin sonrió irónicamente cuando leyó un comentario sarcástico que llamaba a los estudiantes de ciencias sociales «intelectualmente desempleados». Sabía que detrás de las burlas había una ansiedad más profunda. Ansiedad por la relevancia de la educación en un mundo cada vez más pragmático. ¿La universidad sigue siendo una cuestión de conocimiento o se ha convertido en una competencia de búsqueda de empleo?
El debate se extiende en todas direcciones. Los profesores comentan, los influencers crean hilos, los estudiantes crean memes. Algunos muestran gráficos, otros comparten capturas de pantalla de becas STEM en el extranjero. Cupin ve todo esto como un reflejo de una pregunta más amplia: ¿qué tipo de país queremos realmente construir?
¿Quiere Indonesia convertirse en una nación que sólo busque el crecimiento económico o una sociedad justa e inclusiva? ¿Pueden ir los dos de la mano o hay que elegir uno? Cupin miró fijamente la pantalla que seguía desplazándose y luego se preguntó: ¿es este debate sólo una cuestión de prestigio departamental o un reflejo de la dirección cambiante del desarrollo nacional? Y si es así, ¿en qué dirección fluye el cambio?
Ciencia y tecnología en Oriente, ciencias sociales en Occidente
Cupin cerró su celular y abrió su laptop. Comenzó a leer sobre cómo otros países enfrentaban dilemas similares. Resulta que cada país tiene sus propios escenarios. En Asia, especialmente en los países que buscan modernizarse, STEM o Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas se ha convertido en una máxima prioridad en la política educativa.
China, por ejemplo, hace tiempo que STEM es la columna vertebral de su estrategia nacional. Desde el período de reforma económica, el gobierno ha inculcado las ciencias y las matemáticas como base desde la escuela primaria. Cupin leyó la explicación de Yong Zhao en el libro. ¿Quién teme al dragón feroz? Por qué China tiene el mejor (y peor) sistema educativo del mundo. Zhao escribe que el sistema educativo de China está diseñado para producir graduados con altas capacidades técnicas, a menudo a expensas de la creatividad. Fue un compromiso que aceptaron para ponerse al día con la industria.
Los resultados son claros ahora. China es uno de los mayores productores de graduados STEM del mundo. Desde laboratorios de investigación hasta fábricas de chips, desde tecnología 5G hasta inteligencia artificial, se están construyendo a una velocidad increíble. Cupin imagina a cientos de millones de estudiantes estudiando ciencias todos los días en aulas grises, todos parte de la vasta máquina llamada desarrollo nacional.
Luego está Singapur, un país pequeño que no tiene petróleo, carbón ni productos agrícolas abundantes. Pero Singapur tiene una gran cosa: la inversión en el cerebro humano. Cupin encuentra una nota en un libro. Conceptos y prácticas de educación STEM en Asia editado por May May Hung Cheng, Cathy Buntting y Alister Jones. El libro explica cómo Singapur combina la educación STEM con estrategias de desarrollo a largo plazo.
Desde la escuela primaria, los niños singapurenses son entrenados para pensar científicamente y resolver problemas reales. Su gobierno sabe que sin un capital humano superior, el país no sobrevivirá en el mapa económico mundial. Singapur es ahora uno de los mejores sistemas educativos del mundo, prueba de que centrarse en la ciencia puede convertir a un país pequeño en un gigante tecnológico.
Pero el mundo no se detiene en Oriente. Al otro lado del Pacífico, están Estados Unidos y Europa que tienen puntos de vista diferentes. Los países occidentales, con infraestructuras y economías establecidas, en realidad brindan un gran espacio para la educación en humanidades y ciencias sociales. STEM es importante, pero ven el mismo valor en la creatividad, la empatía y el pensamiento crítico.
En Estados Unidos la tradición artes liberales existe desde el siglo XIX. Cupin lee la obra de Martha Nussbaum titulada Cultivar la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal. En el libro, Nussbaum explica que el objetivo de la educación no es sólo producir trabajadores, sino formar personas que piensen críticamente y comprendan la complejidad del mundo. Es por eso que los estudiantes de Harvard o Yale deben tomar cursos de varios campos antes de elegir una especialización.
Cupin luego recurrió a otro libro de Nussbaum, Sin fines de lucro: por qué la democracia necesita las humanidades. Allí está escrito claramente que la democracia sólo puede sobrevivir si sus ciudadanos son educados para pensar y sentir empatía. Las humanidades, dijo, no son un lujo, sino una necesidad para la democracia. Cupin imagina viejos campus europeos como Oxford, Cambridge y la Sorbona, donde los estudiantes discuten sobre ética, historia y filosofía mientras beben café negro en las mañanas brumosas.
En estos dos mundos, Cupin vio un patrón claro. Los países que aún están en desarrollo tienden a centrarse en la ciencia y la tecnología para acelerar el progreso. Los países desarrollados están empezando a recurrir a las ciencias sociales y las humanidades para mantener el equilibrio social y la moral pública. Este patrón no es blanco o negro, pero muestra una cosa: la educación siempre refleja la etapa de desarrollo de una nación.
Cupin cerró su computadora portátil y se reclinó. Se pregunta: En caso afirmativo, ¿cuál es la posición de Indonesia? ¿Nos dirigimos hacia una etapa como la de China en el comienzo de su reforma o como la de Singapur en el momento de su reactivación? ¿O, en cambio, crearemos un nuevo modelo que combine los dos? Estas preguntas giraron en la cabeza de Cupin, conduciéndolo hacia la figura que ahora controla la política nacional, Prabowo Subianto.
¿El despertar STEM de Indonesia?
Para Cupin, el gobierno de Prabowo enfrenta un dilema clásico de los países en desarrollo: cómo buscar la modernización sin perder el rumbo social. Sin embargo, parece que Prabowo ha elegido su camino. Decidió que Indonesia primero debe fortalecer su base científica y tecnológica antes de pasar a una fase más compleja.
Indonesia todavía tiene grandes tareas por hacer, como la construcción de carreteras de peaje, redes eléctricas, industria e igualdad digital. Todo esto requiere expertos, no sólo discurso. Cupin sabía que el país necesitaba más ingenieros, tecnólogos y científicos que pudieran crear soluciones prácticas a los problemas locales.
Prabowo parece ser muy consciente de ello. Lanzó el programa Garuda School, un gran proyecto que se enfoca en desarrollar habilidades STEM con planes de estudio nacionales e internacionales, incluido el Bachillerato Internacional. El objetivo es simple pero ambicioso: formar una nueva generación de jóvenes indonesios que no sólo puedan utilizar la tecnología, sino también crearla.
Cupin imaginó la atmósfera en la Escuela Garuda, un laboratorio con equipos modernos, jóvenes estudiantes con batas blancas experimentando y maestros que los capacitaron para pensar de manera crítica y colaborativa. Esta escuela se inauguró simultáneamente en 16 regiones, desde Aceh hasta Papua. Son 12 escuelas que fueron convertidas en modelos de transformación, y cuatro escuelas nuevas que fueron construidas desde cero.
Para Cupin, este no es sólo un proyecto educativo, sino un proyecto de justicia social. Por primera vez, la educación superior ya no se centra en Yakarta. Los niños de zonas remotas también tienen la misma oportunidad de competir a nivel mundial. El gobierno apunta a que para 2029 habrá 80 Escuelas de Transformación Garuda y 20 Escuelas Nuevas de Garuda formando una red de escuelas superiores basadas en STEM en todo el archipiélago.
Lo que atrajo a Cupin fue el enfoque holístico del programa. El gobierno no sólo construye edificios y laboratorios, sino que también forma docentes y fortalece la gestión escolar. Esto significa que el ecosistema de aprendizaje se construye desde cero y no es sólo un símbolo de un gran proyecto. A largo plazo, se espera que esta política produzca una generación que no sólo sea inteligente, sino que también tenga carácter y liderazgo.
Cupin ve esta estrategia como un paso realista. Indonesia se encuentra en una etapa de desarrollo que exige soluciones técnicas, al igual que China y Singapur en el pasado. Entonces, priorizar STEM no significa subestimar los derechos sociales y humanos, sino adaptar las prioridades a las necesidades de los tiempos. Cuando la economía, la industria y la infraestructura sean fuertes, entonces el espacio para las humanidades podrá desarrollarse más ampliamente.
Sin embargo, Cupin también sabe que la educación no debe perder su espíritu. Recordó el mensaje de Martha Nussbaum de que sin capacidad de pensamiento crítico y empatía, la ciencia puede convertirse en una máquina sin dirección moral. Esto significa que, aunque se centre en STEM, la educación indonesia debe inculcar valores humanos para que la tecnología no genere alienación.
A sus ojos, la Escuela Garuda es el primer paso hacia un nuevo despertar, no sólo el despertar de la ciencia, sino también el despertar de la esperanza. La generación joven de Indonesia tiene ahora la oportunidad de aprender, innovar y competir en un mundo totalmente digital. Puede que Prabowo haya tomado una decisión pragmática, pero Cupin ve detrás de ella una visión a largo plazo, es decir, hacer de Indonesia no sólo un usuario, sino un creador de tecnología.
Cupin cerró sus notas y miró fijamente la ventana naranja de la tarde. En su corazón, se preguntaba: ¿crearían en el futuro los niños de la Escuela Garuda un gran descubrimiento que cambiaría el país? Y cuando llegue ese momento, ¿estará preparada esta nación para equilibrar la lógica de la ciencia con la sabiduría social nacida del corazón humano? (A43)