Anies-Verrel, ¿te atreves a dar una buena imagen?


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En medio de un desastre, la presencia de políticos como Verrel Bramasta y la atención crítica de Anies Baswedan provocaron un debate: ¿preocupación genuina o sólo imagen? En la dimensión política, la tragedia a menudo se convierte en un escenario visual y genera un discurso sobre cuándo se pueden justificar las imágenes, ¿o reduce el sufrimiento a un mero contenido político?


PinterPolitik.com

En la política indonesia contemporánea, los desastres naturales no son sólo eventos humanitarios, sino también etapas de representación. Cuando la sociedad lucha contra la pérdida, la vulnerabilidad y la incertidumbre, los funcionarios públicos y los políticos suelen presentarse para mostrar solidaridad.

Esta presencia suele ir acompañada de cámaras, publicaciones en las redes sociales y narrativas empáticas cuidadosamente construidas.

El análisis crítico de Anies Baswedan, que afirma que muchas personas se refieren a actores políticos que estuvieron presentes en el lugar del desastre y no aumentaron la confianza sino el cinismo, parece tener relevancia.

Cuando se correlacionan, las acciones del miembro del cuadro PAN de la RPD, Verrel, que recibieron críticas masivas, muestran cómo los desastres se convierten en un escenario para la formación rápida y emotiva de imágenes políticas, tanto positivas como negativas.

Los medios de comunicación, por supuesto, desempeñan un papel central a la hora de viralizar estos gestos o imágenes de preocupación.

Detrás de la multitud visual, surgieron las críticas públicas. Mucha gente piensa que los momentos de desastre se utilizan deliberadamente como escenario para mostrar preocupación instantánea.

La frase “toma una foto y vete a casa” parece marcar la distancia entre la performatividad y la realidad. El sufrimiento de los ciudadanos, para algunos, parece reducirse a un trasfondo dramático de contenido político.

Este tipo de crítica plantea una pregunta más profunda: ¿la imagen es realmente siempre mala? ¿O pueden las imágenes tener ciertas funciones sociales y políticas siempre que tengan un impacto real?

Esta pregunta aparentemente sencilla no puede en realidad responderse sin un marco teórico adecuado.

Para comprender por qué los desastres son un espacio simbólico fértil para los políticos, así como cuándo las imágenes son éticamente válidas y cuándo se consideran explotadoras, es necesario utilizar herramientas analíticas integrales antes de valorar o criticar. ¿Porqué es eso?

Representación, Espectáculoy ética política

Los estudios sobre comunicación y medios han reconocido desde hace tiempo que los desastres crean lo que Lilie Chouliaraki llama espectáculo de sufrimientoes decir, el sufrimiento mostrado a través de los medios de comunicación, provocando así empatía y consumo visual.

Esta representación del sufrimiento nunca es neutral. Da forma a la percepción pública sobre a quién le importa, quién actúa y quién está ausente.

Aquí es donde entra la teoría. establecimiento de agenda Los medios desempeñan un papel a la hora de determinar qué cuestiones son importantes, qué actores son relevantes y cómo se presentan las narrativas sobre los desastres. Cuando un funcionario está presente con un séquito de cámaras, su imagen pasa a formar parte de la agenda pública moldeada por los medios.

Sin embargo, la representación no siempre se alinea con la sustancia. En el debate sobre poshumanitarismoMuchos académicos advierten que la solidaridad basada en lo visual puede ser superficial.

Las fotografías emotivas pueden despertar simpatía, pero no garantizan un cambio estructural. Si el sufrimiento se vuelve meramente estético, entonces la representación pierde significado ético.

Por otro lado, la comunicación política entiende la imagen como parte del branding de liderazgo. Los actores políticos en el ámbito democrático construyen su legitimidad no sólo a través de políticas, sino también a través de gestos simbólicos que muestran empatía y presencia.

Las visitas a lugares de desastre o la atención y análisis críticos, si se realizan con sinceridad y van acompañadas de decisiones reales, pueden fortalecer la percepción pública de un liderazgo receptivo.

Las imágenes, en este contexto, no son simplemente una estrategia, sino también un elemento importante de la relación entre la representación política de los funcionarios públicos y el pueblo.

En el marco de la ética política, la presencia en lugares de desastre debe entenderse como una obligación moral, no sólo como una actuación visual. La tragedia siempre exige sensibilidad: las víctimas deben ser tratadas como sujetos con dignidad, no como un fondo que embellece el contenido oficial.

Este enfoque está en línea con la idea política de dignidades decir, una política que respete la dignidad humana a través de la acción, no sólo de la representación. Cuando lo visual triunfa sobre la sustancia, la política ética colapsa.

Por el contrario, cuando las imágenes se convierten en una puerta de entrada a la acción real, las imágenes pueden convertirse en una parte integral del liderazgo responsable.

Imágenes sustanciales versus imágenes espectaculares

En el contexto de la «excéntrica» ​​visita de Verrel Bramasta y del estudio crítico de Anies Baswedan, la principal diferencia no es la presencia o ausencia de imágenes, sino su calidad e impacto.

Las imágenes sustantivas son una forma de representación que combina imágenes con trabajo real. En este tipo, los funcionarios están presentes no sólo para ser registrados, sino también para supervisar la distribución de la ayuda, garantizar que la respuesta del gobierno esté funcionando, comprender las condiciones sobre el terreno y formular medidas a largo plazo.

Las imágenes están ahí, pero son de apoyo, no el objetivo. Imágenes como ésta pueden aumentar la confianza del público porque muestran responsabilidad y seriedad.

Esto es diferente de las imágenes espectaculares. Se caracteriza por la dramatización, una estética heroica, un énfasis en la exposición visual y una ausencia de seguimiento.

De esta forma, la cámara se convierte en el centro de atención, mientras que las necesidades reales de la víctima quedan marginadas. El principal riesgo de las imágenes espectaculares es la pérdida de la dignidad de la víctima.

Se ven reducidos a figuras de apoyo en las heroicas narrativas de los políticos. Además, los desastres que deberían desencadenar una reflexión estructural sólo se convierten en productos políticos momentáneos.

No hay ningún impulso para mejorar la planificación espacial, fortalecer la mitigación o reorganizar las políticas ambientales. Lo único que queda es el residuo visual que se subió, se vio y luego se olvidó.

Las críticas públicas a las visitas oficiales a menudo surgen debido a que la imagen no llega al fondo. El principal problema no es la imagen, sino la incapacidad de la imagen para llegar a la raíz del problema.

Cuando lo visual reemplaza a la acción, el público siente un vacío. Cuando se prioriza la fotografía sobre la rehabilitación, el público siente manipulación. Cuando los funcionarios llegan sin asegurar cambios estructurales, el público ve oportunismo.

Por lo tanto, la pregunta «¿son buenas las imágenes valientes?» Sólo se puede responder con condiciones adicionales. Las imágenes son buenas si movilizan recursos, desencadenan reformas, mejoran la calidad de la respuesta y garantizan la continuidad del tratamiento.

Las imágenes son malas si sólo aumentan la contaminación visual sin producir una intervención real. El coraje al crear imágenes sólo adquiere significado cuando va acompañado de trabajo, empatía y compromiso a largo plazo.

Al final, los desastres no son un escenario político, sino más bien una prueba moral para líderes, funcionarios públicos y actores políticos. Exige una presencia responsable, no una mera presencia visible.

Si los políticos quieren aprovechar el poder de las imágenes, entonces las imágenes deben estar del lado de la víctima, no de la autonarrativa. Sólo entonces las imágenes podrán considerarse parte del liderazgo ético, y no simplemente un espectáculo que encubre la ausencia de sustancia. (J61)



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