Cincuenta sombras de los ex presidentes


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Desde Soekarno hasta Jokowi, varios ex presidentes indonesios han recibido acusaciones judiciales. Sin embargo, ninguno de ellos fue acusado realmente de ningún delito. Ahora la atención se centra en Jokowi con respecto al proyecto Whoosh Fast Train, acusado de ser perjudicial para el país. ¿Existe un consenso tácito de que el ex presidente de Indonesia está por encima de la ley?


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Esta pregunta ha resurgido nuevamente a medida que se intensificaron las discusiones públicas sobre las responsabilidades de Jokowi en el proyecto del tren de alta velocidad Yakarta-Bandung. Este prestigioso proyecto de infraestructura, que es el orgullo del gobierno, se ha convertido ahora en una carga, con supuestos márgenes presupuestarios que alcanzan billones de rupias. Pero como siempre, la gran pregunta no es sólo si ha habido o no una violación, sino más bien: ¿habrá consecuencias legales reales?

La historia registra que Indonesia tiene una tradición única en el trato a sus antiguos líderes. A diferencia de Corea del Sur, donde casi todos sus ex presidentes terminaron en prisión, o Estados Unidos, que al menos tiene un mecanismo de investigación independiente para los ex presidentes, Indonesia parece tener una «zona segura» política que protege a sus ex máximos líderes de la ley.

El Proyecto de Tren Rápido Yakarta-Bandung o lo que popularmente se llama Whoosh se ha convertido en uno de los proyectos más controvertidos en la era del liderazgo de Jokowi. Como primer proyecto de cooperación a gran escala entre Indonesia y China, este tren de alta velocidad promete cambiar la cara del transporte nacional y convertirse en el orgullo de Indonesia a los ojos del mundo.

Pero la realidad dice lo contrario. El proyecto que inicialmente se prometió no supondría una carga para el Presupuesto de Ingresos y Gastos del Estado (APBN) resultó requerir una inyección de cantidades fantásticas de fondos gubernamentales. La escalada de costos desde la estimación inicial de 66 billones de IDR a más de 113 billones de IDR plantea serias dudas sobre la planificación y supervisión de este proyecto.

Aún más preocupante es que varios partidos están empezando a cuestionar la transparencia en la determinación del presupuesto. El supuesto margen de beneficio que actualmente se está discutiendo ampliamente no es sólo una cifra en el papel, sino la pérdida potencial para el Estado que debe ser soportada por el pueblo a través de impuestos y deuda. Jokowi, como iniciador y supervisor supremo de este proyecto, ciertamente no puede escapar de la responsabilidad moral y legal por todos los problemas que surjan.

La pregunta crítica es: ¿hay errores de procedimiento, negligencia o incluso actos criminales de corrupción detrás de este prestigioso proyecto de infraestructura? Y lo que es más importante, ¿será Jokowi responsable legalmente una vez finalice su mandato o seguirá los pasos de sus predecesores que escaparon de la ley?

Huellas de los pecados de los precursores

Para comprender el fenómeno de la impunidad de los ex presidentes indonesios, debemos mirar hacia atrás y seguir los pasos de líderes anteriores. El mismo patrón se repite de generación en generación: llegan acusaciones, aumenta la presión política, pero el proceso legal nunca llega a ellos.

Sukarno, el primer presidente de Indonesia, fue el único líder que experimentó algún tipo de «castigo» mediante arresto domiciliario. A través de TAP MPRS XXXIII/1967, Soekarno fue acusado de traición por su cercanía al Partido Comunista de Indonesia (PKI). Sin embargo, esto fue más una acción política en el contexto de la lucha por el poder del Nuevo Orden, que un proceso legal genuino. Sukarno nunca pasó por un juicio formal y murió en el exilio sin la oportunidad de defenderse legalmente.

Suharto, que estuvo en el poder durante 32 años, dejó un legado de corrupción masiva. Varios estudios internacionales lo sitúan como uno de los líderes más corruptos del mundo, con pérdidas estimadas para el Estado de miles de millones de dólares. Aunque fue nombrado sospechoso, el caso de corrupción de Suharto fue detenido en 2006 por motivos de salud. Murió en 2008 sin haber sido condenado, aunque sus rastros de corrupción eran claros y bien documentados.

Habibie, aunque sólo sirvió brevemente como presidente de transición, se topó con el caso de la Puerta de Bali. Este escándalo involucró acusaciones de dar dinero a miembros de la RPD para influir en las decisiones políticas. Se dice que esta controversia fue uno de los factores que frustró su candidatura a la reelección como presidente. Sin embargo, al igual que su predecesor, no hubo ningún proceso legal que realmente lo llevara a los tribunales, y el bando de Habibie negó que este caso hubiera ocurrido alguna vez.

Gus Dur se enfrentó a dos grandes escándalos: Bulog Gate y Brunei Gate. El primer caso se refería a un presunto uso indebido de fondos de Bulog por valor de 35.000 millones de IDR, mientras que el segundo caso se refería a un presunto uso indebido de fondos de ayuda del Sultán de Brunei. Estos dos casos se convirtieron en munición política para su juicio político en 2001. Sin embargo, curiosamente, después de dejar el cargo, no hubo esfuerzos legales serios. Estos casos parecieron simplemente evaporarse.

Megawati está vinculado a la emisión del Certificado de Pago BLBI (SKL) que supuestamente libera a los deudores traviesos de su obligación de devolver fondos. Se considera que esta controvertida decisión le ha costado al país billones de rupias. A pesar de la gran presión pública para responsabilizar a Megawati, ningún proceso legal la ha afectado. El caso BLBI sigue siendo un gran misterio en la historia económica de Indonesia, y muchos de sus perpetradores escapan a la justicia.

Susilo Bambang Yudhoyono (SBY) enfrentó dos controversias importantes durante su reinado: los casos Century Bank y Hambalang. El rescate del Century Bank con billones de rupias en fondos de rescate ha suscitado fuertes críticas, al igual que las acusaciones de corrupción en la construcción del recinto deportivo de Hambalang. Aunque la RPD formó un Comité Especial y se llevaron a cabo varias investigaciones, SBY nunca fue cuestionada seriamente ni responsabilizada. La presión política disminuyó con el tiempo y los casos disminuyeron lentamente.

El consenso no escrito: la teoría detrás de la impunidad

¿Por qué este patrón se sigue repitiendo? ¿Por qué es casi imposible para Indonesia procesar legalmente a su ex presidente, incluso cuando las pruebas de irregularidades son claras?

La respuesta está en lo que muchos observadores políticos llaman un “consenso no escrito” entre la elite política de Indonesia. Este consenso es básicamente un acuerdo informal para protegerse mutuamente, especialmente a los más altos líderes del país, de trampas legales que podrían amenazar la estabilidad política.

La lógica detrás de este consenso es bastante compleja. En primer lugar, existe la preocupación de que procesar legalmente al expresidente pueda desencadenar una gran agitación política. Cada presidente tiene una base leal de seguidores, y los esfuerzos por atraparlos legalmente podrían percibirse como actos políticos de venganza por parte del régimen sucesor. Esto tiene el potencial de dividir a la nación y crear peligrosos conflictos horizontales.

En segundo lugar, hay consideraciones prácticas sobre el precedente que se creará. Si un presidente es procesado legalmente, entonces la puerta está abierta para el procesamiento de otros presidentes, incluidos los que actualmente están en el poder. Esto crea incentivos para que las élites políticas se protejan entre sí, ya que todas ellas son objetivos potenciales en el futuro.

En tercer lugar, existen dimensiones geopolíticas y económicas. Procesar a un ex presidente podría abrir una caja de Pandora de acuerdos internacionales, proyectos importantes y decisiones estratégicas que involucran a muchas partes, incluidas potencias extranjeras. Esto podría dañar las relaciones diplomáticas y económicas de Indonesia con otros países.

Una perspectiva académica proporciona un marco teórico para comprender este fenómeno. Jonathan Di John en su teoría del «Acuerdo Político» explica que en muchos países en desarrollo, las elites políticas tienden a hacer acuerdos informales para protegerse mutuamente con el fin de prevenir la inestabilidad sistémica. Este acuerdo no es el resultado de una conspiración oculta, sino más bien la evolución natural de un sistema político que prioriza la estabilidad sobre la rendición de cuentas.

En el contexto de Indonesia, el acuerdo político es muy fuerte porque está respaldado por una cultura política que enfatiza la armonía y evita el conflicto abierto. La tradición de deliberación y consenso, que en realidad son valores nobles de la cultura indonesia, puede en la práctica manipularse para proteger a las elites de la responsabilidad legal.

Sin embargo, este consenso no escrito crea serios problemas para la aplicación de la ley y la democracia indonesia. La impunidad de los ex presidentes envía el mensaje de que existen dos sistemas legales en Indonesia: uno para la gente común y otro para las elites políticas. Esto erosiona la confianza pública en el sistema de justicia y crea un precedente peligroso de que el poder político puede ser una vía para escapar de la responsabilidad legal.

El caso Whoosh Jokowi será otra prueba de este consenso. ¿Se repetirá el mismo patrón, o Indonesia finalmente tendrá el coraje de romper la cadena de impunidad y defender el principio de igualdad ante la ley? Sólo el tiempo lo dirá, pero si la historia es la mejor maestra, entonces la respuesta es predecible. El consenso no escrito sigue siendo demasiado fuerte para ser cuestionado, y Jokowi probablemente seguirá los pasos de sus predecesores: muchas acusaciones, consecuencias legales mínimas. Es interesante esperar la secuela. (T13)



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