Pequeño elefante gladiador vs toro anciano


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La disputa entre el PSI y el PDIP no es sólo una batalla de estrategia partidista, sino una batalla simbólica entre la nueva generación política y el viejo legado. Los elefantes jóvenes desafían a toros más viejos en la arena de poder de Jokowi-Megawati, peleando no por escaños, sino por la legitimidad moral y la dirección del futuro político de Indonesia.


PinterPolitik.com

A medida que avanza la política gubernamental y hacia 2029, la política indonesia se parece cada vez más a un gran escenario donde las narrativas, los símbolos y la historia se entrelazan para determinar la dirección del poder.

En el centro del escenario, la disputa entre el Partido Indonesio de Solidaridad (PSI) y el Partido Indonesio Democrático de Lucha (PDIP) apareció como un interesante drama simbólico.

No se trata sólo de una rivalidad entre partidos, sino de un duelo sobre quién tiene derecho a heredar la legitimidad moral e histórica de la nación.

La tensión final surgió cuando el cuadro del PSI, Bestari Barus, criticó al PDIP por rechazar el plan de otorgar a Suharto el título de Héroe Nacional. Bestari afirmó que el PDIP debe «hacer las paces con la historia» y no necesitar interferir, una insinuación que empaña la reputación del partido que durante mucho tiempo ha pretendido ser el guardián de la llama de la reforma.

Sin embargo, detrás del debate, lo que parece no ser sólo sobre Suharto o el título de héroe, sino más bien una lucha por posiciones éticas y simbólicas entre el «partido de ayer por la tarde» y el «partido legendario», pero que últimamente parece haber perdido dirección e impulso en el escenario político-gubernamental.

Esta lucha se vuelve aún más relevante si se la ve desde el cambio en el eje de poder desde la administración de Jokowi. El PSI, que nació de un nuevo espíritu político y una imagen urbana, se posiciona como el heredero simbólico de Jokowi, un líder considerado moderno, tecnocrático y libre de las cargas ideológicas del pasado.

El PDIP, por otra parte, todavía sobrevive como una mansión del nacionalismo y del legado ideológico de Soekarno. Además, la tensión después de que Jokowi divergiera en las elecciones presidenciales de 2024 y fuera despedido por el PDIP.

Ahí es donde se forma la línea de fricción entre estos dos regímenes políticos: uno se basa en la sangre de la historia, el otro se basa en el nuevo poder simbólico de la política de imágenes.

Ahora ambos parecen estar en la misma arena. PSI con el símbolo de un elefante joven y ágil, PDIP con un toro viejo y experimentado.

Ambos operan bajo una sombra mayor: la tensa relación entre el presidente Jokowi y la presidenta del PDIP, Megawati Soekarnoputri.

La lucha simbólica entre el PSI y el PDIP probablemente sea sólo un reflejo del choque de patrones políticos al más alto nivel. ¿Porqué es eso?

¿Batalla política de prestigio?

En el marco del pensamiento de Pierre Bourdieu, la política no se trata sólo de la lucha por el poder material, sino también de un escenario simbólico donde los actores compiten para ganar reconocimiento y legitimidad.

En este contexto, el PDIP tiene un enorme capital simbólico: herencia histórica, la ideología del sukarnoísmo y un papel importante en la lucha por la democracia.

En realidad, la PSI viene con un nuevo capital simbólico: frescura del discurso, estilo de comunicación digital y cercanía a la generación más joven que creció en medio de la cultura de las redes sociales.

La disputa entre el PSI y el PDIP sobre muchos temas -desde la política histórica hasta las actitudes hacia el gobierno de Jokowi- es una demostración de cómo chocan el viejo y el nuevo capital simbólico.

Cuando el PSI amonestó al PDIP a «hacer las paces con la historia», por ejemplo, en realidad parecía como si estuvieran tratando de trasladar el centro de la autoridad moral del viejo partido al joven partido.

Reivindican una posición de partido racional y progresista, mientras que el PDIP mantiene la imagen de guardián de la ideología nacional.

Aquí es donde surge lo que se llama «agonismo político»: una lucha que no pretende destruir al oponente, sino más bien afirmar la propia identidad a través de la existencia del oponente.

Curiosamente, el PDIP y el PSI se necesitan mutuamente en esta dinámica. El PDIP necesita a la PSI como espejo para que la nueva generación siga siendo relevante a los ojos del público urbano.

Por otro lado, el PSI necesita al PDIP como símbolo. status quo para ser deconstruido: un toro viejo que hace que la existencia de un elefante joven parezca heroica. En este espacio, la política se convierte no sólo en una competencia por escaños, sino en una competencia por el significado. Quien logra controlar los símbolos controla la percepción pública.

Cuando las redes sociales se convierten en el escenario principal, la política ya no depende de la ideología, sino de la capacidad de empaquetar narrativas.

La ISP parece entender muy bien esta lógica. Juegan en el espacio de la percepción, creando una imagen de coraje, honestidad y modernidad, como si fueran una extensión del espíritu de Jokowi que ya no está en línea con Megawati.

Mientras tanto, el PDIP todavía depende de la política de masas, las lealtades estructurales y la vitalidad ideológica acumulada durante décadas.

Estos dos enfoques no sólo tienen estrategias diferentes, sino que también muestran un choque entre dos tipos de capital de poder: el nuevo capital cultural versus el viejo capital histórico.

Entre elefante y toro

La lucha entre el PSI y el PDIP es, en última instancia, una cuestión de poder simbólico: quién es capaz de convertir los símbolos en legitimidad política. La bula del PDIP representa la institucionalización de ideologías y tradiciones establecidas; Los elefantes PSI representan ingenio y adaptación en el nuevo mundo fluido y digital. Uno depende del poder de las bases, el otro del poder de la imagen.

El PDIP todavía cuenta con recursos muy sólidos. Una estructura partidaria pareja, una red de jefes regionales y la relación emocional de Megawati con sus cuadros significan que el PDIP sigue siendo un partido con gran resiliencia.

Pero este gran poder también contiene vulnerabilidades. A medida que la política se desplaza cada vez más hacia el ámbito de la comunicación rápida y la imagen personal, las instituciones sobrecargadas a menudo pierden agilidad.

En este espacio, PSI encontró su oportunidad: son ágiles, no están atados a viejos dogmas y son capaces de explotar cada tema para parecer relevantes ante los ojos del público joven.

El elefante y el toro, en esta metáfora, no son sólo símbolos de animales de partido, sino que representan dos formas de ver la política indonesia actual. El toro es continuidad, el elefante es transición.

Los toros se apoyan en la legitimidad histórica, los elefantes bailan en las olas de las redes sociales. Los dos se enfrentan en el mismo escenario: el ámbito del jokowismo, donde la línea entre populismo y pragmatismo es cada vez más borrosa.

Este conflicto, por tanto, es un reflejo de la lucha entre dos grandes patrones –Jokowi y Megawati–, cada uno de los cuales tiene una visión diferente de la dirección del poder. Jokowi está construyendo una nueva red de leales que quieren romper con la antigua estructura del PDIP.

Megawati, por otra parte, buscó mantener el control ideológico y moral sobre la dirección de la política nacional. El PSI y el PDIP son extensiones de estas dos grandes corrientes y desempeñan sus respectivos papeles en el drama de la regeneración política de Indonesia.

Pero lo más interesante de esta disputa no es la posibilidad de quién ganará, sino cómo los dos se moldean mutuamente.

La ISP necesita que el PDIP refleje su imagen progresista; El PDIP necesita que la ISP enfatice que todavía tienen una posición moral que vale la pena defender.

En esta relación paradójica, el conflicto se convierte en realidad en la fuente de la vida política. Es una forma de que el sistema se renueve.

Un analista político bromeó una vez diciendo que el conflicto entre el PSI y el PDIP no se resolvería hasta el fin del mundo. Quizás sea verdad. Porque lo que luchan no es sólo por un escaño en el parlamento, sino por el derecho a definir el futuro político de Indonesia.

Los gladiadores elefantes y toros seguirán luchando en la misma arena, no para exterminarse unos a otros, sino para garantizar que el público, es decir, el pueblo, siga creyendo que ambos siguen siendo relevantes.

Y como en toda arena de gladiadores, la verdadera victoria no pertenece al más fuerte, sino al que es más capaz de hacer creer al público que él es el verdadero héroe. (J61)



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