Manteniendo tu conciencia detrás de tu uniforme

Mataram (ANTARA) – Esa noche, Gili Trawangan, Lombok, que suele estar llena de turistas, recibió una triste noticia. Un agente de policía, el brigadier Muhammad Nurhadi, fue encontrado muerto en la piscina de la villa donde se alojaba.

No es una muerte ordinaria. De los resultados de la investigación se desprende que antes de morir, hubo violencia que lo precedió.

Surgieron tres nombres como sospechosos, dos de ellos eran agentes de policía, a saber, Kompol I Made Yogi Purusa Utama e Ipda Haris Chandra. Otro nombre, Misri Puspita Sari, la mujer que supuestamente estuvo en el lugar del incidente, enfrenta ahora cargos de obstrucción de una investigación (obstrucción de la justicia).

La noticia fue impactante. No sólo porque tanto el perpetrador como la víctima vestían uniformes, sino porque tocaba el punto más sensible dentro de la Policía Nacional, es decir, la moral de los agentes del orden.

En medio de los arduos esfuerzos de la Policía Nacional por reconstruir la confianza pública después de varios casos de faltas éticas y violencia, la muerte de Nurhadi es un amargo reflejo de que no se puede mantener plenamente la integridad.

El primer juicio de los dos agentes está previsto para el 27 de octubre de 2025 en el Tribunal de Distrito de Mataram. El público tiene grandes esperanzas de que este juicio no sólo resuelva el caso legal, sino que también abra un espacio para la justicia moral.

Porque la gente no sólo espera que se imponga un castigo, sino que también esperan pruebas de que las fuerzas del orden todavía tienen la conciencia necesaria para limpiarse.


Confianza pública

El caso del brigadier Nurhadi no es un incidente aislado. En los últimos años, el público ha estado expuesto a una serie de casos que involucran a agentes que van desde violencia interna, violaciones éticas hasta delitos graves.

De hecho, la reforma de la Policía Nacional ha estado en marcha con varias medidas concretas, que van desde la actualización del plan de estudios educativo, el fortalecimiento del sistema de seguimiento interno hasta la implementación de un código de ética digital para todos los miembros.

Sin embargo, como se demuestra en este caso, la moral institucional no puede medirse sólo por el número de reglas, sino más bien por la coherencia del comportamiento de los miembros en el campo.

La vicepresidenta de la Comisión III de la Cámara de Representantes, Sari Yuliati, durante una visita en receso a Mataram a principios de octubre, enfatizó que el proceso legal para los dos oficiales se desarrolla según el procedimiento. Apreció el trabajo de los investigadores y fiscales que se consideró que habían implementado el SOP. Pero el cumplimiento administrativo no es el fin de la justicia. Es sólo el comienzo.

Cuando la aplicación de la ley se convierte en parte de una violación de la ley, las heridas que surgen no son sólo personales sino institucionales. Las personas que confían sus vidas a la protección de las autoridades se ven repentinamente obligadas a ver que estos protectores también pueden ser perpetradores.

La confianza pública es el mayor capital social para los organismos encargados de hacer cumplir la ley. Esto puede colapsar simplemente porque unas pocas personas pierden el control moral.

Para los ciudadanos comunes, la policía no son sólo agentes del orden, sino modelos morales. El uniforme Bhayangkara no es sólo un símbolo de poder, sino también una esperanza de seguridad.

Cuando un policía muere a manos de otro, el público hace preguntas. ¿Qué pasó con los valores básicos prometidos en los juramentos Tribrata y Catur Prasetya?

La Policía Regional de NTB dijo que la investigación sobre el caso de la muerte del brigadier Nurhadi se llevó a cabo con seriedad y franqueza. Sin embargo, a los ojos del público, la justicia no se limita únicamente al proceso legal.

Hay algo más fundamental: la valentía de la institución para mirarse en el espejo, ver las debilidades que pueden esconderse detrás del uniforme y mejorar la cultura desde dentro. Porque la confianza pública no se construye mediante procedimientos legales, sino mediante la honestidad moral al aplicarlos.

Aquí es donde está el gran desafío para la Policía Nacional, no sólo resolver el caso, sino restaurar la confianza pública dañada. Porque la confianza, una vez perdida, es difícil de reconstruir.


mantener la conciencia

La tragedia de la muerte del brigadier Nurhadi debería ser un momento de reflexión para todos los organismos encargados de hacer cumplir la ley. Esa ley sin moral sólo dará origen al miedo, no a la justicia. Por otra parte, la moral sin valentía jurídica será sólo un discurso sin sentido. Los dos deben caminar juntos, fortaleciéndose mutuamente.

En un contexto institucional, hay tres pasos importantes. En primer lugar, el desarrollo ético no se detiene en las aulas de las academias de policía, sino que se convierte en una cultura viva en todos los niveles de mando. La ética no es teoría, sino práctica diaria, es decir, cómo tratar a la sociedad, cómo tratar a los colegas, incluso cómo tratar al poder.

En segundo lugar, supervisión independiente y valiente. El seguimiento interno por sí solo no es suficiente. Se necesitan mecanismos participativos que involucren al público, a los académicos y a las instituciones independientes para que el control del poder no se quede en la mesa interna.

En tercer lugar, el coraje de admitir errores. La transparencia no es una debilidad, sino una fortaleza. En la era de la información abierta, la honestidad institucional al tomar medidas contra las violaciones es en realidad la base para restaurar la confianza pública.

La Policía Nacional en realidad tiene un gran capital. Muchos miembros en el campo trabajan con integridad, sacrificando tiempo y comodidad para mantener seguro al público.

Quienes trabajan en silencio suelen ser invisibles porque el público recuerda lo malo más fácilmente. Sin embargo, unos pocos individuos que abusan de su autoridad pueden dañar la imagen de todo el cuerpo.

Entonces, la reforma moral se convierte en una necesidad. No basta que la policía se limite a hacer cumplir la ley, también debe ser modelo de valores. Porque la ley sin alma perderá dirección y los encargados de hacer cumplir la ley sin conciencia perderán legitimidad.

El caso de Nurhadi es un duro recordatorio de que el profesionalismo sin moral es sólo una máscara detrás del poder. La verdadera justicia no es sólo castigar al perpetrador, sino crear conciencia colectiva para que tragedias similares no vuelvan a ocurrir.

En el futuro, la Policía Nacional necesita fortalecer el sistema de integridad en todas las líneas, desde el reclutamiento, la capacitación hasta la evaluación profesional. La integridad debe ser un requisito absoluto, no sólo un accesorio administrativo.

Además, es necesario fortalecer la colaboración con los medios de comunicación y la sociedad civil para crear un espacio para el debate público sobre la ética de las fuerzas del orden.

Al final, el público no sólo espera los resultados del juicio en Mataram, sino también cambios de actitud dentro de la institución policial. Porque lo que está dañado no es sólo el cuerpo jurídico, sino también el espíritu de fe. Y ese espíritu sólo puede sanarse con una moralidad honesta y el coraje de cambiar.

La justicia puede defenderse mediante artículos y sentencias, pero la conciencia sólo puede restaurarse mediante la toma de conciencia. Si la tragedia de Gili Trawangan es un punto de partida para la introspección, entonces la muerte del brigadier Nurhadi no será en vano.

Será un recordatorio eterno de que el poder sin el control de la conciencia es el mayor peligro para la ley, la humanidad y el propio Estado de derecho.



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