Yakarta (Antara) – ¿Quién puede olvidar la figura de Gennaro Gattuso? Un mediocampista corpulento con cabello largo, mirada ardiente y pies incansables. En el campo, no es solo un jugador, es una explosión de energía, una pequeña tormenta que está lista para barrer a cualquiera que bloquee su camino.
El apodo «Rhino» o «Rinocerador» no es solo una charla. Es como ese animal salvaje, duro, persistente y nunca la mitad.
Ahora, casi dos décadas desde que levantó el trofeo de la Copa Mundial 2006 con Italia, Gattuso regresó al escenario principal que siempre bombea su sangre: el equipo nacional italiano. Pero esta vez, no como un ancla en el centro del campo, sino como entrenador en jefe que tiene la esperanza de una nación.
Desde el mediocampista duro hasta la estrategia de arquitecto
Gattuso no es un nombre ordinario. Es un símbolo de determinación, lealtad y entusiasmo sin compromiso. Junto con el AC Milan, ganó dos trofeos de la Liga de Campeones, dos títulos de la liga italiana, y se convirtió en parte de la era dorada Rossoneri que se teme en Europa.
En el equipo nacional, es una parte insustituible del equipo que conquistó el mundo en la Copa Mundial 2006, un dúo con Andrea Pirlo, como Yin y Yang: uno lleno de arte, uno lleno de brasas.
Pero una vez colgando sus zapatos en 2013, Gattuso no subió de inmediato el camino suave como entrenador. Comenzó desde el punto más básico, entrenando al Swiss Sion Club, luego al equipo griego Ofi Creta. Luego a Pisa, que llevó el ascenso a la Serie B con un presupuesto mínimo y todas las limitaciones de las instalaciones.
Solo cuando regresó a Milán, como entrenador, su nombre comenzó a regresar para llenar la portada. Aunque no llevaba un trofeo, fue respetado por salvar la estabilidad del vestuario.
El clímax se produjo cuando entrenó a Napoli y trajo al club del sur italiano para ganar la Copa Italiana en 2020, mostrando que Gattuso no solo podía gritar al margen, sino que también formó un equipo compacto y jugó de manera efectiva.
Lo interesante, el estilo de reproducción que fue llevado por Gattuso resultó que se desarrolló lejos de su personaje solía ser un jugador. Adoptó muchos de los principios del fútbol moderno: posesión de la pelota, alta presión, construcción de ataques desde abajo y enfatizando el trabajo colectivo en lugar de un duelo.
Aprendió de muchos entrenadores, especialmente los entrenadores que lo habían manejado y lo procesaron en su propia versión, la versión que sigue ardiendo, pero más madura.
Evoca la vida de Azzurri desvaída
Italia está lesionada. Azzurri solo ocupó el tercer lugar en la calificación del Grupo I. La recesión se produjo después de un fracaso similar en la Copa Mundial 2018, creando una herida profunda para Tifosi Azzurri.
El trofeo de la Copa de Europa 2020 que ganaron en Wembley se sintió más lejos, como Oase, que había ganado esperanza, pero que realmente no sanó.
Esto más tarde hizo que la FIGC (Federación de Fútbol italiana) decidió poner fin al predecesor del predecesor Luciano Spalletti.
En medio del vacío y la identidad, la FIGC señaló a Gattuso como un nuevo capitán el domingo (6/15). No se anunció cuánto tiempo duró el contrato, pero una cosa estaba clara: se le dio el mandato de traer a Italia para calificar para la Copa Mundial y restaurar la dignidad del fútbol del país.
La tarea no es una tarea ligera. Pero, ¿quién es más adecuado para recordar la vida de Italia que ha estado ardiendo por el deseo y el orgullo, si no Gattuso?
Herencia, desafíos y esperanzas
Gattuso heredó al joven pero prometedor equipo. Hay Gianluca Scamacca que está empezando a ser afilada en las líneas delanteras. Hay Nicolo Fagioli y Sandro Tonali, un mediocampista talentoso que todavía está buscando consistencia.
También hay jóvenes defensores como Giorgio Scalvini y Raoul Bellanova, así como el portero Gianluigi Donnarumma, quien ahora es la columna vertebral del equipo.
Pero este legado también trae una gran presión. Italia no es un equipo satisfecho que solo califica. Son una nación de fútbol que vive de la historia y la sombra de la gloria. Cada entrenador de Azzurri lleva la carga de sus predecesores, desde Enzo Bearzot hasta Marcelo Lippi.
Gattuso lo sabe. Sabía que, como entrenador, sería considerado no solo por los resultados, sino de cómo rechazó el orgullo del uniforme azul. No es el tipo de entrenador que está en silencio en el área técnica. Él gritará, golpeará el cofre, abrazará al jugador, desafiará al oponente y permanecerá de pie cuando llegue la tormenta. Como antes, cuando se deslizó para apoderarse de la pelota, ahora se deslizó para reclamar el corazón italiano.
De las emociones a las tácticas
En el mundo moderno lleno de datos, algoritmos y estadísticas, la presencia de Gattuso puede sentirse un poco como anomalías. Pero ahí es donde la fuerza.
Es un entrenador que lleva una táctica con vida, estrategia con gusto y un esquema de juego con sangre hirviendo. Para él, el fútbol no es solo un sistema, sino una batalla emocional y una autoestima.
Y tal vez, eso es lo que Italia necesita hoy. No solo una actualización táctica, sino la resurrección del entusiasmo. No solo clasificarse para el torneo, sino que nuevamente siéntete digno de ganarlo.
Gattuso ya no es un rinoceronte que golpeó en el centro del campo. Es arquitecto de escombros. Ya no es brasas, sino el fuego que mantiene la llama. Para Azzurri, han llegado nuevas esperanzas, y vino con un rugido que no había sido escuchado durante mucho tiempo en el campo de entrenamiento del equipo nacional en Coverciano.
Porque para Gattuso, el fútbol es siempre más que un juego. Esa es la vida. Eso es identidad. Y ahora, esa es su misión.